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31 octubre 2012


En un camino que conduce a la ciudad santa de Jerusalén, Jesús se detiene un momento y alguien lo aprovecha para preguntarle: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Quizás, al escuchar a Jesús, aquel hombre se inquietó, TENÍAN MIEDO. Por supuesto, lo que Jesús enseña es maravilloso y atractivo, pero las exigencias que comporta ya no son tan de su agrado. Pero, ¿y si viviera el Evangelio a su aire, con una “moral a la carta”?, ¿qué probabilidades tendría de salvarse? HAY QUE ROMPER CON EL RELATIVISMO MORAL.


Así pues, pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no acepta este planteamiento. La salvación es una cuestión demasiado seria como para resolverla mediante un cálculo de probabilidades. Dios «no quiere que alguno se pierda, sino que todos se conviertan» (2Pe 3,9).

Jesús responde: «Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, se pondrán los que estén fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y se responderá: ‘No sé de dónde son’» (Lc 13,24-25). ¿Cómo pueden ser ovejas de su rebaño si no siguen al Buen Pastor ni aceptan el Magisterio de la Iglesia? «¡Retírense de mí, todos los agentes de injusticia!. Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Lc 13,27-28). 

Ni Jesús ni la Iglesia temen que la imagen de Dios Padre quede empañada al revelar el misterio del infierno. Como afirma el Catecismo de la Iglesia, «las afirmaciones de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión» (n. 1036).

Dejemos de “pasarnos de listos” y de hacer cálculos. Afanémonos para entrar por la puerta estrecha, volviendo a empezar tantas veces como sea necesario, confiados en su misericordia. «Todo eso, que te preocupa de momento —dice san Josemaría—, importa más o menos. —Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves».

"No celebro haloween pero si me invitan o mis hijos se quieren vestir de fantasmas o brujas, los vestiría sin problema". Y este otro: "Ay que diablo, el vestir a un niño de bruja y salir a la calle a que pida caramelos no tiene nada de satánico."

Cuando Jesús dijo a sus discípulos “¡No tengan miedo!” no se refería a que eliminaran de ellos ese sentimiento; sin que no dudaran de Aquél en quien habían depositado su confianza.

El miedo activa la memoria y nos hace recordar donde se encuentra la verdadera seguridad.  Así como el niño ante el temor se refugia en los brazos de su madre, pidamos a Dios hoy que ante el miedo busquemos cobijarnos en Aquél en donde reposa y descansa el corazón.

Cuando mueren los apegos, nace la Libertad, Dios nos quiere libres

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