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20 junio 2013

La Oración del Señor


Hoy en la misa, encontramos en la primera lectura de la misa de hoy encontramos una gran enseñanza, la de los "súper-apóstoles"

1.1 San Pablo no encontró las cosas fáciles en la misión evangelizadora en Grecia, antes bien tenía la presencia de otras creencias cercanas al cristianismo, pero engañadoras. Así que entra en competencia con otros predicadores y con otras ofertas, tentadoras a la gente de estas comunidades
1.2 Era una situación esperable, dada la tremenda afición de aquellos griegos para estar pendientes de novedades, curiosidades y todo tipo de historias con tal de que fueran amables al oído.

1.3 Esta propensión a lo curioso y al último chisme hacía de los corintios presa fácil de un amplio espectro de embaucadores y mamarrachos que, para ganarse discípulos, se jactaban de su ciencia profunda y de sus poderes maravillosos.

1.4 Pablo entonces acepta el reto pero le da la vuelta. Su "ciencia" es ante todo la de la Cruz, donde nada parece comprensible ni amable a nuestra inteligencia; sus "poderes" son especialmente sus dolores y padecimientos por razón de amor a Dios y a los discípulos.

1.5 Y así, con un toque de ironía, nos ha dejado un retrato conmovedor de sus sufrimientos en la causa del Evangelio. Un ejemplo, que más allá de las salvedades corintias, San Pablo, demuestra claramente el espejo de cuánto puede el amor en un genuino servidor de Cristo.

2. En el Evangelio disfrutamos la oración del Señor

2.1 ¡Hoy nos ha correspondido el evangelio del Padre Nuestro! Ocasión preciosa para repasar la presentación que de esta plegaria nos hace el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado en el pontificado del beato Juan Pablo II. El gran punto de partida es que se trata de la oración "dominical", expresión tomada del latín y que significa: "del Señor".

2.2 Transcribimos apartes de los números 2762 a 2772. Conservamos aquí sin embargo nuestra propia numeración.

3. Corazón de las Sagradas Escrituras

3.1 Después de haber expuesto cómo los salmos son el alimento principal de la oración cristiana y confluyen en las peticiones del Padre Nuestro, San Agustín concluye: "Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que podáis encontrar algo que no esté incluido en la oración dominical" (ep. 130, 12, 22).

3.2 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc 24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor:

3.3 La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. 2-2. 83, 9).

3.4 El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en El.

4. "La oración del Señor"

4.1 La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"] significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor". Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17, 7): él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración.

4.2 Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico (cf Mt 6, 7; 1 R 18, 26-29). Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en nosotros "espíritu y vida" (Jn 6, 63). Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'" (Ga 4, 6). Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también "el que escruta los corazones", el Padre, quien "conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los santos es según Dios" (Rm 8, 27). La oración al Padre se inserta en la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu.

@milesuseche


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