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22 junio 2013

La Providencia de Dios


Existen diferentes creencias de la predestinación, pero ante esa disciplina, la enseñanza católica nos recuerda que la providencia de Dios se manifiesta desde el principio mismo de la creación del universo. Dios no quiso crearlo perfecto y completo en sí mismo. Quiso crear un universo en evolución constante, un universo en marcha permanente. Los científicos, que estudian la evolución de las especies hasta el hombre, están de acuerdo en afirmar que se dieron las condiciones adecuadas para el desarrollo de la vida de animales superiores. La historia de la evolución de la tierra es única, cualquier otra alternativa hubiera podido desembocar en un fracaso o en una esterilidad completa. Así que no cayendo en ideas raras, que el destino del hombre ya está escrito, debemos pensar en la conjugación del tiempo, entre el ayer que pasó y el futuro que no sabemos, pero saber construir un excelente presente. El  Evangelio habla claramente de vivir el “momento presente”: no darle vueltas al pasado, sino abandonarse en Dios y su misericordia. No atormentarse por el mañana, sino confiarlo a su providencia. Santa Teresita del Niño Jesús afirmaba: «Sólo me guía el abandono, ¡no tengo otra brújula!».

La preocupación jamás ha resuelto ningún problema. Lo que resuelve problemas es la confianza, la fe. «Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?» (Mt 6,30), dice Jesús.

La vida no es por sí misma demasiado problemática, es el hombre quien carece de fe… La existencia no siempre es fácil. A veces es pesada; con frecuencia nos sentimos heridos y escandalizados por lo que sucede en nuestra vida o en la de los demás. Pero afrontemos todo esto con fe e intentemos vivir, día tras día, con la confianza en que Dios cumplirá sus promesas. La fe nos llevará a la salvación. 

«No os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal» (Mt 6,34). ¿Qué quiere decir esto? Hoy, busca vivir de manera justa, según la lógica del Reino, en la confianza, la sencillez, la búsqueda de Dios, el abandono. Y Dios se ocupará del resto…

Día a día. Es muy importante. Lo que nos agota a menudo son todas esas vueltas al pasado y el miedo al futuro; mientras que cuando vivimos en el momento presente, de manera misteriosa, encontramos la fuerza. Lo que tengo que vivir hoy, tengo la gracia para vivirlo. Si mañana debo hacer frente a situaciones más difíciles, Dios incrementará su gracia. La gracia de Dios se da al momento, día a día. Vivir el momento presente supone aceptar la debilidad: renunciar a rehacer el pasado o dominar el futuro, contentarse con el presente.

San Ignacio de Loyola (1491-1556),  fundador de la Compañía de Jesús 
Ejercicios espirituales, 233-234

“Todo esto se os dará por añadidura”
    Contemplación para alcanzar amor

    Primero conviene advertir dos cosas:
La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. La segunda: el amor consiste en un comunicarse de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede y así por el contrario el amado al amante: de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, riquezas y así el otro al otro.
  
    Primer preámbulo es composición: que es aquí ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mi.
El segundo: pedir lo que quiero, será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo, enteramente reconociendo pueda en todo amar y servir a su divina majestad.

    El primer punto es traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mi y cuánto me ha dado de lo que tiene, y “consequenter” el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y con esto reflectar en mi mismo, considerando con mucha razón y justicia en lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mi mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho: “Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi hacer y poseer: Vos me lo disteis a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed de todo a vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta”.   

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