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03 mayo 2012

Lourde Valera, seras siempre bien recordada

Lourdes Valera (Caracas, Venezuela, 15 de junio de 1963 - Caracas, Venezuela, 2 de mayo de 2012) fue una actriz venezolana. Comienza a hacer teatro a los 11 años, en el grupo de teatro de su colegio de educación primaria. En 1979, cuando apenas tenía 16 años, incursiona en la televisión en el programa Radio Rochela de la cadena RCTV y posteriormente en otro programa titulado Niño de papel. En 1983 participó en la telenovela venezolana Leonela, esta sería su primera participación en este género. Se graduó de Licenciada en Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela debido a la insistencia de su madre, que le pidió terminara la carrera mientras incursionaba en el mundo artístico. En 2008, al hacerse unas revisiones para una posible operación estética, le fue diagnosticado cáncer de pulmón. Fuente: http://informe21.com/arte-espectaculos/lourdes-valera-no-perdi-tiempo-preguntandome-mi
Menudita y delgada, pero sus ciento cincuenta y cuatro centímetros de estatura no pasan inadvertidos. Ataviada con una blusa que deja al descubierto su cuello y hombros, Lourdes Valera -o Lulú, como ella prefiere que la llamen- llega puntual al encuentro, fijado en un café cercano a su residencia. La mañana está soleada, ella lleva lentes para proteger sus ojos. Ya sentada en la mesa, pide un refresco, todo un símbolo de triunfo para ella: "No sabes lo que significa volver a tragar un sorbo de líquido. Antes ni eso podía". Anteojos afuera, es posible detallarle la mirada. Sus ojos verdes centellean como cuando interpreta a cualquiera de sus personajes en teatro, cine o televisión. Su sonrisa es tan amplia y genuina que delata su estado de ánimo y podría encandilar a cualquiera. "Me siento plena", dice un año después de haber sido diagnosticada con un cáncer que la obligó a recibir seis sesiones de quimioterapia y 33 de radiaciones. Su cabello (y no una peluca) le llega más abajo de los hombros y, de un color cobrizo, luce brillante. Al momento de esta entrevista, planificaba el viaje a Italia que siempre quiso hacer y culminaba la interpretación de Rosa Coronel en la telenovela La vida entera, uno de los personajes más importantes de su carrera. A sus 44 años y totalmente recuperada -o como ella prefiere decir, como "una paciente de control"- se dispone a hablar de todo lo que vivió en estos casi 12 meses de convalecencia, de sus miedos, sus dolores, de su fe en Dios y de su decisión de trabajar para vencer al enemigo que vivió en su cuerpo todo este tiempo. Ésta es Lulú después de la tormenta. La mujer que decanta la idea de escribir un libro de cuentos donde narre su experiencia a través de la ficción y que se prepara para ayudar a fundaciones de lucha contra el cáncer como SenosAyuda. "Ahora soy menos dura conmigo misma y no espero nada de la vida. Sólo quiero que me sorprenda", dice relajada. He aquí su testimonio. EL DIAGNÓSTICO "Estaba haciendo Confesiones de mujeres de 30 en el teatro e iba a hacerme una liposucción, por insistencia de Crisol (Carabal) y Elaiza (Gil), que decían que podía sacarme un poquito de cintura para la nueva novela. Yo me había negado a las cirugías estéticas, pero en esta oportunidad la idea se me metió en la cabeza, lo que demuestra que Dios obra misteriosamente. Visité varios cirujanos. Todos insistieron en hacerme exámenes médicos completos antes de intervenirme. Me hice la hematología y una placa de tórax. Cuando el médico la vio, había un círculo rojo y me pidió que regresara en una hora para hacerme una prueba. Me fui a casa de Nohely (Arteaga) y ella decidió acompañarme a consulta". "Cuando me hicieron una tomografía, el médico me dijo: 'Tengo que hablar contigo. Tienes un tumor en el pulmón'. Él no quería decir que era maligno, pero su cara lo reflejaba. Recuerdo que era miércoles y tenía que hacerme una punción para confirmar. Yo le pedí unos días. 'Si usted no sabe nada, yo tampoco. Yo termino mi temporada de teatro el domingo y le juro que me hago la punción el lunes'". "El último día de la obra me despedí con un discurso sobre la vida que ninguno de mis compañeros entendía. Le daba gracias a Dios por estar ahí, pero preguntándome si nuevamente subiría a un escenario. Por supuesto que pensé lo peor. La palabra cáncer es terrible y aunque la muerte es lo más seguro que tenemos, te das cuenta de que la tienes sentada al lado. El lunes me hicieron la punción y no me sorprendió el resultado. Mi amiga Elsa me llevó una estampita de José Gregorio Hernández y una botellita de agua bendita. 'Tú vas a poder con esto', me dijo". ENFRENTANDO LA REALIDAD "Aunque crees que tu caso es único, hay un gentío que tiene lo mismo que tú. Recuerdo que la primera vez que entré a la sala de exámenes, casi todos los pacientes me veían como diciendo 'ella todavía no se lo cree'. Y es así, uno no está preparado, y es duro. Por eso, cuando Raúl Vera, mi oncólogo, me habló del tratamiento que debía seguir, me dijo algo que no se me olvida: '50% de tu proceso lo voy a poner yo, pero el otro 50% es tu responsabilidad'. Y recuerdo que vi una imagen de Jesús de la misericordia. A partir de allí, nunca estuve sola. Cuando te diagnostican esto, te preguntas si de verdad podrás recuperarte, pero yo no perdí tiempo preguntándome '¿por qué a mí?', pues si me lamentaba no luchaba y no me enfocaba en recuperarme. Sólo le pedí a Dios: 'ayúdame a superarlo'". LAS "QUIMIO" Y EL CABELLO "La quimioterapia no es nada agradable. Pero hay señales que te dicen que uno es más fuerte que eso. Mi corredora de seguros me regaló un CD de Marianela Castés, inmunóloga que te ayuda a entender que la 'quimio' no está fumigándote sino sanándote, que las células tienen memoria y que puedes hablarles para que se curen. Yo visualicé tanto lo que esa inmunóloga recomendaba que no puedo decir que me fue mal con la quimioterapia". "El cabello no se me cayó completamente. Al principio se me salió un mechón grande y me dolió. A lo mejor le parecerá una estupidez a mucha gente, pero las mujeres sí sufrimos por nuestro cabello, y no por vanidad, sino porque es parte de nuestra identidad. El día que se me cayó ese mechón, me vi en el espejo y dije: 'te cortas el pelo hoy'. Ya estaba lista para dejármelo como un hombre e incluso pasarme la máquina cero. Pero en realidad no hubo necesidad. Incluso, hubo gente en la calle que llegó a decirme: '¿Y cuándo vas a perder el pelo?'". A MIS AMIGOS… "Mi quimioterapia no fue una cosa dramática. Por el contrario, siempre estuve acompañada de mi gente. El día de mi primera quimioterapia, Ana María Simon se cortó el pelo como yo y nos tomamos juntas una foto que llamamos 'el picnic de la vida'. Como ella, estuvieron conmigo Elba Escobar, Jorgita mi productora, Nohely (Arteaga), Alba Roversi, Mimí Lazo, Daniela Bascopé, Tania Sarabia y Viviana Gibelli, que siempre me traducía lo que quería decirme el médico. Recuerdo que mi hermana se quedaba conmigo y cada vez que íbamos a la clínica me decía: 'levántate que falta menos'. Las enfermeras se morían de la risa, porque los días de mi 'quimio' el mujerero que me acompañaba iba lleno de optimismo". "Recuerdo una persona muy especial, el sobrino de Elba Escobar, Pablito, de 19 años. Como yo, él tenía cáncer y me lo conseguí el día de mi primera sesión. De inmediato me miró y me agarró la mano diciéndome: 'Tranquila, chama, vas a ver que lo superamos'. Lamentablemente, él murió el 15 de enero. Y desde que se fue tengo un ángel cuidándome". "Danielita Bascopé fue muy especial en este proceso. Ella se caló todas mis dudas. Era mi paño de lágrimas. Si hay alguien con quien nunca me dio miedo hablar de ningún dolor fue con ella, porque se convierte en un código distinto cuando hablas con alguien que ha pasado por lo mismo que tú. Cuando la veía grabando conmigo en la novela, entendí que si ella pudo, yo también". "CAMBIANDO DE PIEL" CON RADIOTERAPIA "Después que culminé con las quimios, empezaron las sesiones de radiación, 33 en total. Traté de que no afectaran mi ritmo de vida. Me paraba a las 5:30 de la mañana, me iba a la clínica y después a grabar la novela. No fue fácil. Las radiaciones me quemaron el esófago y no me provocaba comer. La piel se me quemó y muchas veces me deshidraté tanto que tenían que ponerme suero y mi personaje tenía que usar blusas hasta el cuello para que no se me vieran las marcas". "Danielita Bascopé me dijo que escribiera todo lo que me pasaba, como una forma de desahogarme. Una vez escribí que me sentía achicharrada y que quería que parara todo este dolor. Pero después entendí que te quemas, pero te pelas y te nace una nueva piel de la que estás orgullosa, porque esa piel nació de un proceso terrible, pero también de la fe, de la lucha. Es una piel distinta, que te hace descubrir que eres vulnerable. Gracias a esta nueva piel, no ando tan apurada como antes". "MI ESPOSO, EL INCONDICIONAL" "Mi esposo (Luis Alberto Lamata, director de cine y TV) y yo tenemos 18 años juntos, pero creo que el cáncer nos unió más en todos los sentidos. Cuando se enteró del diagnóstico me dijo: 'Vas a ver, Lulú. Vamos a llegar a viejitos. No sé cómo, pero ya verás'. Si en las noches me quejaba de dolor, me abrazaba y velaba mi sueño. Y siempre hizo todo para que comiera. Debido a las radiaciones, llegué a perder seis kilos porque no podía tragar nada y él se inventaba cosas. Llegó hasta a hacerme papillas de paté (mi plato favorito) para que comiera algo. Gracias a él, tragar se convirtió en un acto de amor. Ahora que pasó, aprendimos a valorarnos y a respetarnos más, porque estamos más conscientes de la muerte". CON DIOS AL LADO "Sé que hay gente que está buscando que uno, con su testimonio, le ofrezca una especie de fórmula mágica para superar el cáncer, pero eso no existe. El cáncer es una experiencia individual y, a veces, aunque tengas ganas de superarlo, el cuerpo no te acompaña. Lo que puedo decir es que, además de mis médicos, yo me agarré de mi fe. Cada vez que sentía que no podía, me encomendaba a Dios pidiendo que se hiciera su voluntad. Creo que entregarme a él fue liberador. Con el cáncer, aprendí que el mejor lugar para acostarte es al lado de Dios, y que no hay palabra más refrescante que creer en él. Recuerdo que cuando escuché Las lágrimas aprenden a reír, de Roque Valero, le dije: 'Tú le escribiste esa canción a una mujer pero yo se la dedico a Dios, porque aun con el dolor me enseñó a reír'". ROSA CORONEL: UN ACTO DE AMOR "El trabajo fue definitivo en mi recuperación. Yo me enteré de que tenía cáncer y aún así comencé a hacer la telenovela. Sentí miedo como todo el mundo, pero haber tenido La vida entera y lograr que Leonardo (Padrón) me diera el papel de Rosa Coronel significaron las ganas de levantarme todos los días a luchar. Hay personas que te dicen 'Te amo', otras te regalan un personaje. Rosa Coronel fue muy cuidado por Leonardo, porque hizo todo para que siempre estuviera presente en la historia pero sin sobrecargarme. También fue muy cuidado a nivel de producción, pues el equipo trabajó para que yo pudiera combinar las grabaciones con la radioterapia. A nivel de dirección, fue protegido con el vestuario y las tomas adecuadas para que no se notara cuando mi piel estaba quemada o cuando tenía vías en los brazos. Rosa Coronel significó el proceso de mejoría de Lulú". LA NUEVA LULÚ "Por supuesto que mi vida cambió. Me permito vivir más lo que siento. Yo era muy dura conmigo. Ahora no soy tan estricta. He aprendido a decirle 'No' a muchas cosas y también valoro más lo que tengo. A veces nos quejamos de tantas pendejadas y somos tan egoístas que vemos el mundo tan chiquito como nuestra mente. Pero cuando ves el dolor de los demás, y lo vives desde la camita de al lado, aprendes muchas cosas. Ahora que pasó la tormenta me digo a mí misma: 'Lo lograste, Lulú', pero sé que mi salud es una lucha diaria. Por ahora estoy bien, y espero seguir igual, pero siempre tengo que chequearme, porque soy una paciente de control. Muchos recaen con cáncer porque no vuelven al médico sino cuando es demasiado tarde. Y no se trata de pensar que ahora no tienes vida, sino de llevar una vida distinta, respetando tu cuerpo y sabiendo que hay cosas que no puedes hacer. Gracias a Dios entendí que no soy una supermujer". efcastillo@eluniversal.com

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