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25 diciembre 2011

Historias cruzadas


El encuentro con la Gracia divina, que es sublime por su poder e intensidad, que te arrebata a sitios insospechados, guiándote por lugares de paz y sosiego. Esa Gracia que recibimos en el bautismo, se debate en la vida por algunos encuentros personales que marcan tu vida de una forma determinante.

Aprendemos a descubrir la palaba "Voluntad de Dios" con facilidad en los momentos difíciles. Pero pasa luego como una palabra más, que aceptamos, pero que luego no queremos conocer en su amplitud.

La soberana y que debería ser inmediata voluntad de Dios, a veces se trunca por nuestra soberbia, cuando decidimos que sean nuestros deseos, los que guíen, por encima de los de Él. ¿Por qué?

Entre los encuentros de la vida con personas que realmente valen la pena, aquellas que te hacen soñar, te apoyan y te conducen. Y entre las que engañan y abruman por cañadas oscuras.

No sabremos hasta donde llega ese fondo, vacío e inconstante, si solo nos fascinamos, antes que en realidad ver la luz de la verdad. Los más incautos llaman lo llaman destino y que bueno fue que el destino me colocó allí (el terrible FATUM), y sueñan con que ese sr destino te hizo la gracia de poder ver luces encantadoras, te ayudaron a revelarte las verdades ocultas. Lo que en realidad sucede es que esas personas te hicieron interiorizar "sus" verdades proyectadas, cambiándote la vida. Esas son las personas no adecuadas. Ojalá los descartara por su simpleza y falta de trascendencia.

Pero está lo mejor, la enseñanza de la vida, las personas que aparecieron y si te mostraron el verdadero camino, donde la paz y la felicidad te sosiegan. Donde hay verdad y belleza, porque es la sublime Gracia la que añorabas que por fin te encontró. Y es en ese momento, sólo desde ese momento que tu vida si cambiará para siempre. Ya no más por la dependencia de las sutiles propuestas intramundanas, llenas de vacío y falso poder, sino por el auténtico y divino Poder.
Están las personas que algunos llaman regalos de Dios, que se ponen en tu camino y te hacen ver los destellos de la luz de la verdad. Los quieres y los llamas imprescindibles. Pero con el destello de esa misma luz, los apartas de tu camino, porque te exigen. Qué fácil es romper en la vida lo que realmente es valioso. Y que difícil conservar lo que sí vale la pena.

Ese será otro tema el de la libertad humana, y la capacidad de discernir la decisión y la opción de vida.

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